El primer promotor de los belenes fue San Francisco de Asís, quien en 1223; tres años antes de su muerte, inauguró el primer nacimiento en una gruta de Greccio, valles italiano de Rietti. En torno a la imagen del Niño, los asistentes representaron de un modo vivo a María, José, los pastores y los magos. Invitado el pueblo a asistir con luces, se celebró una eucaristía, en la que el santo hizo de diácono y predicó una homilía que conmovió a los asistentes.
La tradición de los belenes, con figuras de loza o porcelana, arraigó en Nápoles y de allí pasó a España en el reinado de Calos IV, a finales del siglo XVIII, gracias a los franciscanos. La moda del presepio o pesebre italiano, se difundió en Cataluña y Levante.
Son episodios comunes en los belenes la anunciación del ángel a María, la búsqueda de la posada, el portal con el misterio, el anuncio a los pastores, la adoración de los magos y la huida a Egipto. Aunque el buey y la mula no están en los relatos evangélicos, su presencia en la posada de Belén fue afirmada en el siglo III por Orígenes, basado en este texto de Isaías: “El buey reconoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no me conoce, mi pueblo no tiene entendimiento” (Is 1,3). AUTOR: José Ignacio,